domingo, 28 de diciembre de 2014

Desde niña hablo con la tierra

 



La tierra me rumora siempre, alcanzo a escuchar su voz cuando hinco la rodilla y acerco lentamente mi oído. Ella sabe que la escucho.

Mi abuela me enseñó a escucharla cuando vivíamos allá en el pueblo.

Un día caminábamos por una vereda, se hincó sobre el suelo y me dijo:

-Escucha la voz de la tierra, pequeña, acércate, no tengas miedo, acerca tu oído y dime que es lo que escuchas-

Lentamente me tendí sobre la tierra y acerqué mi oído lo más que pude intentando escuchar. Al principio no comprendía los sonidos que salían de la tierra, era sólo un rumor, pero estaba asombrada, ¡era verdad lo que decía mi abuela,  la tierra hablaba!

Poco a poco el rumor fue convirtiéndose en sonidos que intentaban decir sílabas confusas, me quedé tendida escuchando mientras mi abuela hacía lo mismo, un rato después escuché una palabra completa:

–Ayuda- me dijo la tierra.
-¿Qué tienes tierra?- le pregunté con mi voz de niña.
-Dolor- me contestó.
-¿Te sobo?-le dije pasando la mano por su superficie.
 –Sí- me contestó, y juro por la madre tierra y por todos los hijos de la madre tierra que la han habitado, la habitan y la habitarán, que escuché su risa cristalina, la que me contagió y no paré de reír en todo el camino de vuelta a casa.

Desde entonces yo platicó con la tierra, ella me cuenta cosas, cosas que muy pocos, por no decir nadie, aparte de mí, entienden. Cuando está triste la sobo, paso mis manos por ella con movimientos circulares y ríe. No sé si sea yo la única que la escucha, porque cuando me contagia de su risa, las personas que están a mi alrededor lanzan miradas extrañas hacia mí.

Lo bueno que a ella, a la tierra,  la encuentro en cualquier parte, aunque en los últimos tiempos tengo que caminar bastante para encontrarla porque la han cubierto de cemento por todos lados, excepto en el lado de los parques, allí está ella siempre,  llena de árboles y flores.

Estas últimas semanas la tierra ha estado triste, muy triste. Lo sé porque me he acercado a ella y sólo he escuchado un rumor como sollozo. No quería decirme nada, ya sabe que si ella está triste yo también me pongo triste y lloro, lloro mucho, lloro a gritos y corro por las calles.

Después de días y días de preguntarle me lo ha dicho.

Está triste porque la humanidad no la comprende, está cansada de que le saquen las entrañas, de que la contaminen, ya sabe ella que todos los humanos polvo son y en polvo se convertirán pero no se vale que la carguen antes, que caven fosas en la clandestinidad y arrojen dentro miles de cuerpos, cuerpos jóvenes, cuerpos que aún no tienen que estar  allí, que para eso están los panteones, para que cada cuerpo que será convertido en polvo pase por un proceso en un lugar especial y bajo el cuidado de  su familia.


Me lo dijo llorando y yo he llorado con ella. Aún sigo llorando.

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