Un trozo de alma se desintegra
ante mis propios ojos en la certeza de que sólo yo estoy sufriendo,
no existe nadie en este mundo que sufra, no miro los sufrimientos
verdaderos y me encierro en este dolor inmenso sin mirar las demás penas, sin
ver el hambre en los rostros demacrados, sin sentir el frío de los cuerpos
desnudos, sin mirar la tristeza, los otros ojos vacíos, la violencia, la corrupción, la impotencia
por estériles luchas, las protestas, el
reclamo por los muertos que no debieron morir, la existencia no existencial de
los seres que pululan inanimados por las calles de mi ciudad sin esperar ya
nada porque la esperanza han perdido. No miro las penalidades que pasan los
desposeídos, los sedientos, los que se han quedado en el fondo del olvido. No,
no miro nada, sólo mi dolor. Detento hoy el monopolio del sufrimiento. No me
molesten, no me digan nada. Hoy estoy sufriendo y es sólo mío el dolor y éstas
mis egoístas lágrimas.
P.d. Y ni siquiera Alfonsina, Pablo, Rosario, Mario, Wislawa, Julio, me
consuelan. Ningún libro puede consolarme hoy. Ninguna canción, ni siquiera las
de Celia. Mis ojos son los culpables de todo, mis ojos que no debieron mirar
hacia su mirada.
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